Si hay alguien al que le tengo cariño es a Héctor.
No sólo porque es una persona agradable y acogedora, sino porque a su lado sientes a una especie de gurú de las plantas, como lo ha sido para mi Raúl Silva Vargas toda la vida.
Ingeniero agrónomo, como él, lo tuve primero de compañero en el Diplomado de Paisajismo de la Universidad Católica, y como no lo pude terminar debido a la enfermedad de mi marido, algunos años después cuando reingresé a la escuela se había transformado en profesor.
Y justamente de un ramo básico para un paisajista: Material vegetal.
Quizás es este dominio de las plantas y del suelo que Héctor tiene es que hacen que sus jardines sean especiales y muy diferentes a los demás.
No se queda con la típica paleta de arbustos, que muchas veces uno emplea a fuerza de obtener buenos resultados, ya sea por sus combinaciones o porque sabemos que se darán bien en un terreno.
En este jardín, que alguna vez reporteé cuando trabajaba en VIvienda y Decoración de El Mercurio, y al que he ido posteriormente en varias oportunidades, se aprecia ostensiblemente esto.
El lugar no era fácil, ya que prácticamente está en primera fila frente al mar Pacífico.
Eso significa fuerte salinidad y vientos en ciertas ocasiones, no muy moderados.
El resultado francamente encantador.
Y protegido con la construcción de la casa algunas especies más llamativas, que se han dado muy bien.
Noten la interesante fisonomía que han ido adquiriendo los caminos, al irse "naturalizando" los cubresuelos y perderse entre ellos las solerillas.
Hermosos!
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