domingo, 2 de marzo de 2014

LOS JARDINES DE LA VIÑA ERRÁZURIZ PANQUEHUE Vale la pena conocer todo en este lugar, y no sólo probar sus ricos mostos. El único problema es que hay que hacer reserva con anterioridad para visitarlo. No es dif´cil llegar, porque sólo basta tomar la carretera Panamericana Norte y doblar hacia la derecha en el letrero que anuncia San Felipe, Panquehue. Lo conocí hace unos dos años, visitándolo con un grupo de australianos con los que iba a conocer jardines de la Quinta Región. Ellos se maravillaron de la magnificencia de la entrada a esta viña y se regocijaron con el almuerzo, las explicaciones del guía de la Viña y el rico almuerzo. En diciembre de 2011 mi ex colega Soledad Salgado publicó en VD que el arquitecto Samuel Claro, el paisajista Juan Grimm y el decorador Francisco Monge eran los responsables de la nueva cara de la viña Errázuriz en Panquehue. Junto a la antigua bodega, un jardín cerrado de corte francés que fue eliminado para que la vista se abriera desde ese lugar hacia los viñedos y hacia la nueva bodega, dejando sólo un espacio recoleto, junto a la casona.
El nuevo trazado comienza con una explanada de acceso que remata en la bodega original, marcada por una secuencia de espejos de agua. La gracia es que esta línea de espejos está acompañada por diagonales de plantas que llegan hacia ella y que evocan el trazado de las parras. Compuestas mayormente por boj, también se pueden encontrar en estas diagonales salvias arbustivas, coronas del poeta, pitosporos tobiras, mascantas: "El colorido es muy tenue, no pensamos en flores, sino en algo simple y verde que acompañe a las parras", explica Grimm.Una escalera irregular de mármol travertino y maicillo conduce a la bodega Icono. La vegetación que la acompaña se va haciendo cada vez más silvestre hasta terminar en pastos en macetas y plantas acuáticas que se nutren de una pileta exterior que rodea el edificio. A medio camino, eso sí, junto a una serie de palmeras -algunas son originales-, existe un pequeño jardín que da aires románticos a una terraza donde muchas veces se hacen almuerzos. Allí Grimm reubicó dos esculturas que pertenecían al jardín original y que son parte de un agradable juego de agua, junto a laurentinas y dietes blancos que en ningún caso ocultan la vista hacia la arquitectura de Claro

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